Carna, ¡Nomas Usa La Empatía!

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Sí, como se mencionó en el blog la semana pasada, me tomó mucho tiempo el decidir tomar una clase para padres. Cuando mi esposa me sugirió que tomáramos una clase para padres en la primavera del 2013 mis primeros pensamientos fueron: ¿Por qué tengo que tomar una clase para padres? Ya soy un hombre maduro. No tengo adicciones. Quiero a mi familia. Tengo una carrera. Estoy estable emocionalmente. Más aparte mis padres me enseñaron todo lo que tengo que saber sobre ser padre. No quiero aprender como chiquear a nuestros hijos en el siglo veintiuno. Más aparte todo lo que tengo que hacer para ser un buen padre es poner limites y si mi hijos no me entienden se les tiene que recordar quien es el que manda en la casa. Yo tenía todos estos pensamientos, y a la vez, me sentía orgulloso de no ir a una clase para padres. ¿Para qué?

Pero a principios del año 2014, finalmente acepte asistir a una clase para padres con mi esposa porque, como comente en la sección “sobre nosotros”, me di cuenta del que el nalguearme a nuestros hijos nomas no estaba funcionando. Mi esposa me dice que la clase será una serie de 10 sesiones, una cada semana. En ese momento pensé: Estos padres de veras que han de ser de lo peor para necesitar una clase de 10 sesiones!!! A lo mejor estas “clasecitas para padres” demostrarán que la manera en que disciplino a nuestros hijos es la mejor manera de educar a nuestros hijos, y de seguro la maestra me pondrá de ejemplo para compartir algunos de mis mejores momentos con estos padres tan perdidos y desamparados.

Una de las primeras clases se trataba sobre como el cerebro trabaja y se desarrolla desde la infancia. Y para mi sorpresa, fue bien interesante. Toda la información provenía de estudios escritos por expertos reconocidos mundialmente en su campo, como Daniel J. Siegel de la Universidad de California de Los Ángeles, el cual mi esposa dio referencia la semana pasada en su blog. Estaba fascinado por toda la información, aprendí bastante, y todo hacía sentido. Me sentía cómodo porque en realidad estaba aprendiendo algo nuevo y todavía me sentía competente en la crianza de mis hijos como padre…pero nomas hasta la siguiente clase.

¿Que pasó? Empatía se hizo presente. Nuestra maestra comienza a explicar que la empatía es la habilidad de entender y poder relacionarnos con las experiencias de otros y que la empatía es una de las mejores maneras de podernos conectar con nuestros hijos para ayudarlos a expresar sus emociones y demostrarles que los escuchamos y los comprendemos. Una vez que la explicación ha terminado, el siguiente paso es de poner en practica nuestras habilidades de empatía.

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La maestra explica que vamos a actuar una situación de la vida real, la que nosotros decidamos. Nosotros escogemos la situación de cuando nuestro hijo no se quiere cepillar los dientes. Mi esposa decide hacer el papel de nuestro hijo y yo la del padre. Nos dice la maestra que debemos comenzar mirándonos el uno al otro a una distancia de unos dos metros y luego el padre debe de comenzar a hablarle a su hijo comunicando empatía. Mi esposa es advertida que cada vez que ella escuche palabras que demuestren atención y comprensión ella debe de dar un paso hacia a mí, pero que si ella escucha palabras que la hagan sentir aislada y no comprendida ella debe de dar un paso hacia atrás. En este momento yo estoy pensando: Esto será un pedazo de pastel. No puede ser nada difícil demostrar empatía hacia mi hijo.

Pues aquí están todas las cosas que le dije a mi esposa: Ándale, ya sabes que todos nos debemos cepillar los dientes. No quieres que tu boca huela feo. Cepillarse los dientes no es nada difícil. Cepillarse los dientes nomas se toma como 2 o 3 minutos. Todos los niños se cepillan los dientes. No quieres tener caries, ¿verdad? ¿Te gustaría ir al dentista? ¿Verdad que no? ¿Quieres que se te pudran los dientes? Si no te cepillas los dientes luego millones de bacteria se propagaran en tu boca y cada que hables te saldrá un mal aliento que matará hasta las moscas. No quieres que eso te pase, ¿verdad? Tú no quieres ser el único niño en la escuela con mal aliento, ¿verdad? Tú no quieres tener dientes cafés amarillentos, ¿verdad? ¿Qué la canción, ¡Ya cálmate y lávate los dientes de inmediato niñito mañoso!

Como se podrán imaginar, mi esposa se estaba retirando cada vez más de mí. Yo le decía, “Yes, ¿en serio que no te sientes comprendida con lo que te estoy diciendo? Estoy siendo muy paciente contigo y cada vez te retiras de mí más y más. Si no hubiera sido por nuestra maestra, que se dio cuenta que tan retirada de mí ya estaba mi esposa, ¡mi esposa hubiera caminado hacia afuera del edificio!

Fue muy vergonzoso admitir que no podía comunicar empatía hacia mi esposa con frases como: Ya veo que no te levantaste con el pie derecho. Ya veo que no te gusta cepillarte los dientes. ¿Me puedes decir lo que no te gusta de cepillarte los dientes? Te veo que estás enojado conmigo porque quiero que te cepilles los dientes cuando realmente quieres estar mirando caricaturas en la televisión, ¿verdad? A mí tampoco me gustaba cepillarme los dientes cuando tenía tu edad, ¿sabias? Pero, ¿qué te parece si nos cepillamos los dientes juntos? ¿Te parece buena idea? Simplemente no me podía expresarme de esta manera con mi hijo. Yo estaba confundido. No lo podía creer.

En nuestra siguiente clase la maestra nos pidió que reflexionáramos sobre nuestra niñez. La maestra nos pidió que recordáramos una ocasión cuando nuestros padres nos disciplinaron por cualquier razón. Teníamos que recordar que pasó, que fue dicho, como reaccionaron nuestros padres, cómo nos sentimos. Yo recordé un momento de mi niñez de cuando tenía alrededor de 8 años. Mi papá me pidió que le llevara la carretilla a mi papá José, mi abuelo, pero yo le dije, “no, que vergüenza llegar a la casa de mi papá José y decirle “papá José aquí le traigo la carretilla.” Mi papá murmuró diciendo que “¿qué? ¡Le vas a llevar la carretilla a tu papá José ahora mismo! Y yo le conteste a mi papá diciendo, “¡no, tengo vergüenza!” Mi papá se sacó su cinto y me persiguió hasta el campo. Yo recuerdo que trataba de esconderme detrás de los nopales, quelites, arbustos pero mi papá no paraba, me seguía sin parar. Yo pensaba que era rápido pero al final me cansé y en ese mismo momento tuve que pensar en algo para evitar una cintariza épica. Así que decidí tirarme entre la tierra y gritar “¡agua, agua, agua! ¡Me ahogo! ¡Me ahogo! ¡Me ahogo! ¡Quiero agua! Y actuaba como que me iba a desmayar. ¡Y sí funcionó! (Aunque no estoy orgulloso de esto porque hasta hoy en día toda mi familia piensa que en realidad sí me estaba deshidratando). Mi papá me puso en sus hombros y me cargo hasta llegar a la casa. Al llegar a la casa me puso en mi cuarto y le dijo a mi mamá que luego nos arreglábamos cuando llegara de hacer un mandado.

¡Zas! Así fue como empecé a conectar y relacionar los puntos. Primeramente, la empatía sí puede cambiar nuestra relación con nuestros hijos. En ese momento cuando yo tenía vergüenza de llevarle la carretilla a mi papá José, mi papá nunca reflexionó ni intento entender que era lo que estaba sintiendo. Si mi papá en vez de reaccionar enojado, me hubiera preguntado la razón por la cual yo sentía vergüenza, yo le hubiera dicho que me sentía avergonzado porque estaba todo sucio y lleno de tierra, no andaba bien vestido, y mi papá José tenía visita y tenía vergüenza de que se pudieran reír de mí. Tener vergüenza de llevar una carretilla no hacia sentido, no era justificable, ya que yo había andado para arriba y para abajo en esa misma carretilla. Si mi papá hubiera usado empatía conmigo el resultado hubiera sido totalmente diferente. Me hubiera ayudado a procesar mis sentimientos y a sentirme cómodo en llevar la carretilla. Hubiera sido un momento donde yo me hubiera sentido escuchado y comprendido.

También comprendí de que no puedo utilizar la empatía con mis hijos porque mis padres nunca utilizaron la empatía conmigo. Mis maravillosos padres nunca obtuvieron esa habilidad de sus padres, y por lógica ¿cómo podrían enseñarme a comunicarme de esa manera? Me perdone y deje que la vergüenza al no poder utilizar la empatía se me saliera.

Y así es. Me he comprometido a descifrar y entender todo lo que tiene que ver con el uso de la empatía con nuestros hijos porque no quiero que nuestros hijos vivan sus vidas sin saber que se siente el ser escuchado y comprendido por sus padres. Todavía me cuesta mucho utilizar la empatía con mis hijos, es una constante batalla. Pero gracias a Dios el matrimonio no cuenta de solo una persona. El uso de la empatía se le hace más natural a mi esposa pero, de todos modos, sigo intentando tener más paciencia y ser más compasivo con mis hijos y cada vez puedo usar la empatía con mas frecuencia.

Si esta es tu primera vez escuchando sobre la empatía estoy casi seguro de que estas pensando que todo esto es un disparate y puras pendejadas. Pero, ¿sabes qué? Lo entiendo. Hay veces que hasta mis hermanos se burlan de mi y me dicen, “¡carna, nomas usa la empatía!”   Al principio, ¡yo también así pensaba! Pero creo que finalmente eso solo lo podrás descifrar tu mismo en carne propia. Hay veces, que auténticamente, si puedo escuchar y comprender a mis hijos y los resultados son fenomenales.

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Déjame saber lo que piensas. ¿Ya usas la empatía en la crianza de tus hijos? ¿Es esta la primera vez que escuchas sobre la empatía? ¿Se te dificulta usar la empatía con tus hijos como a mi? Por favor, escribe tus comentarios en la sección de abajo y hay que empezar la conversación. Si piensas que este blog le puede ayudar a alguien más siéntete libre de compartirlo con ellos y no se te olvide suscribirte a nuestro boletín informativo para que no te pierdas ninguna de nuestras publicaciones.

En solidaridad,

Paulo

P.D.  Si vives en el área de Los Ángeles y estas interesado en ir a una clase de padres hemos incluido el link a la pagina de “ECHO Parenting” donde nosotros tomamos nuestras clases para tu consideracion.

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